Goles de Sergio Ramos (2) y Morata. El del Nápoles obra de Mertens.
Sobre batallas y guerras
No puedo creer que me condecoren. Yo creía que era necesario conducir tanques y ganar guerras (John Lennon)
Hola, qué tal, cómo estás. Una vez más, gracias por pasarte por este rinconcito de madridismo.
Llegado el descanso tenía la enorme convicción de que el Nápoles había ganado varias batallas: la de ilusión, la de las ganas, la de dejarse la vida por un sueño y, sobre todo, la de la convicción. No solo por méritos propios (que también) sino por, sobre todo, incomparecencia nuestra.
No llegué hasta el punto de pensar que nos iban a eliminar, a pesar de ser una opción bastante probable en ese momento (un madridista nunca baja los brazos), pero sí me dio para terminar de convencerme de que aquello no tenía buena pinta.
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¿Suerte? ¿flor en el culo? ¿miedo del contrario? En alguna ocasión anterior ya te he dicho mi opinión al respecto: si un día me toca la primitiva, es casualidad. Si me toca dos veces es suerte y fortuna a la vez. Si me toca tres, me quedo sin adjetivos y si me tocan más, ten por seguro que es porque tengo el secreto, algo que solo yo conozco y que, por supuesto, no tengo ninguna intención de compartir contigo.
Pues esto es igual. Me atrevo a decir que el Real Madrid tiene el secreto de la Champions, una especie de elixir de la eterna juventud (o eterna victoria) que le hace ser casi inmune a las adversidades y que le lleva a crecerse y a remontarlas con la tranquilidad del que se toma un cerveza bien fresquita (la cerveza, no el vaso, ojo) sentado en la terraza de su mansión, mientras contempla su propiedad: la orejona, la Champions en definitiva. Y esto no va a cambiar porque la ganemos o no.
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Próxima parada, el domingo a las 20:45 LIga Santander en el Bernabéu contra al Real Betis. Esto es un no parar, ya sabes. Nos leemos después del partido.
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